DE MODERNOS Y BELLEZA ANTERIOR

Vogue y Calvin Klein 1981

Ser moderno, ese tipo de moderno que sigue las tendencias, además de ser de valientes es una de las cosas más antiguas de la historia.

Lo que nos salva de cuando éramos más jóvenes es sólo eso, la juventud. Imaginar nuestras caras lozanas y sin arrugas, a las que adoro por cierto, nos trae un recuerdo muy mejorado de cómo en realidad éramos, no solo nosotros sino todos los demás. Luego aparece alguien que guarda nuestro pasado gráfico en un cajón y no podemos por menos que pensar ‘¡ay madre, qué pintas!’

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LOS PANTALONES BIEN PUESTOS

A un lado del cuadrilátero los años 1.984-1989: James “Sonny” Crockett (Don Jonson) y Ricardo Tubbs (Philip Michael Thomas), una pareja de detectives infiltrados en el mundo del narcotráfico de Miami, llevan un tipo de vida acorde con su trabajo. Sonny vive en un velero junto con su mascota, un cocodrilo llamado “Elvis”, y Tubbs no se separa de su escopeta de cañones recortados. Ambos buscan a los asesinos del hermano de Tubbs.

Fueron los chicos más influyentes en la estética de la época: era la primera vez que veíamos a un hombre con traje de chaqueta sin camisa, con pantalones globo, camisetas sin mangas, zapatos sin calcetines…, eran la bomba.

Casi treinta años después Viktor&Rolf revisitan el estilo de los detectives: pantalón globo, colores pastel o la informalidad que otorga llevar un traje con zapatillas de deporte

Al otro lado del cuadrilátero, los años 40.  Frank Sinatra y Dean Martin. Otra pareja de machotes. Lo suyo eran los pantalones bien puestos (en todos los sentidos) con camisa y corbata. Con su rat pack (la pandilla de ratas: Humphrey Bogart, Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr., Peter Lawford y Joey Bishop), llegaron a tener una gran influencia social, artística y política.

Alber Elbaz se ha traido los años 40 al siglo XXI: ha subido la cintura del pantalón más allá del ombligo, colocado enormes pinzas y ensanchado la pernera del pantalón, en un intento de glamourizar el vestuario del hombre Lanvin.

Parece que, en ambos casos, han entendido que quitarle las botas a un cow-boy, patadita en el culo incluida, puede tener gracia, pero quitarle el pantalón pitillo a tu chico a base de tirones porque el tamaño de sus pies no cabe por la pernera es un suplicio del que alguien nos tenía que liberar.

Sincerely. Adela Leonsegui*