DIANE SABE LO QUE HACE

Ella es Diane von Füstemberg a la edad en que conoció a su príncipe, Egon de Füstemberg. Tenía 18 años y realmente era un bellezón. Esta mujer belga de padres judíos y extranjeros (ruso el y griega ella), vivió en Suiza, Madrid, Londres, Estados Unidos, París y finalmente, de nuevo, en Estados Unidos.

Está claro que un bagaje así te deja un poso en el alma para toda la vida. Fueron quizá las numerosas maletas que tuvo que hacer y deshacer las que sirvieron de inspiración para lo que se considera su gran aportación a la moda femenina, el llamado wrap dress: el vestido envolvente de seda estampada que hecho un ovillo cabe en cualquier sitio y, además, no se arruga.

Como mujer conquistadora, además del Príncipe Egon, en los años 80 compartió vida con el ríquisimo y guapísimo Alain Elkhan, aunque desde los años 70 mantenía una relación, que terminó en boda en 2001, con el magnate de la comunicación Barry Diller.

Diane von Füstemberg y Barry Diller

En los años 80  los productos de la línea DVF obtuvieron un beneficio de más de mil millones de dólares y durante 4 años la marca se situó en el Top 10 de los mejores negocios dirigidos por mujeres en Estados Unidos.

Por supuesto, pisó bien Studio 54, bailó con todo lo que allí se meneaba, congenió con Dalí, con los Duques de Windsor, con Andy Warhol, ¡como no!, Roy Lichtenstein, Francesco Clemente y muchos, muchísimos más artistas.

Diane von Füstemberg por Francesco Clemente

Ha llegado a sus sesenta y tantos con operaciones poco visibles, es decir, no tiene cara de besugo, conserva sus arrugas, al menos algunas e imagino que todas y cada una de ellas marcan su personalidad, son señal de vida.

Esta no es más que la introducción a su desfile de primavera/verano 2013: una colección muy femenina, con sorprendes combinaciones de color y cierto regusto ochentero. Moda hecha para mujeres por una mujer que sabe lo que le gusta a las mujeres… y a los hombres también.

Sincerely. Adela Leonsegui*


EL LIBRO DEL DÍA

San Jorge.

He oido una cosa genial: hoy compran libros los que no lo hacen en todo el año. Quizá porque toca, quizá porque tienen descuento, quizá para que le regalen una rosa a cambio… no sé pero es el día del libro y de alguna forma hay que celebrarlo.

Soy lectora, me lo inculcó mi madre desde muy pequeña, empezó como un hábito y se convirtió en una afición y me encanta que sea así. Los ratos que paso enganchada a un libro son sólo míos, aunque luego comparta con otros lo mucho o poco que me ha gustado, lo mejor de un autor, lo especial de una historia, lo sorprendente de un final o lo intrigante de una trama.

Soy lectora, de momento de libros en papel, y también admiradora: tengo algún libro-tesoro, de esos con ilustraciones que miras una y otra vez y no te cansas. Suelen ser los que cuentan una historia que ya conozco pero en una edición especial y confieso que me pasa con los cuentos. De adulta me he comprado libros ilustrados por Rébecca Dautremer, bien conocida por el título Princesas olvidadas o desconocidas (éste fue regalo de una amiga), me he comprado lo mejor de Mafalda y otros tantos, pero también me he hecho con algún clásico coffee table book sobre moda o decoración.

Ahora tengo un capricho, bueno, en realidad varios. El primero es la biografía de Christian Lacroix con ilustraciones del propio diseñador. Camilla Morton ha tenido la feliz idea de trasladar la vida y obra del diseñador al cuento de la bella durmiente. El título: Christian Lacroix and the Tale of Sleeping Beauty: A Fashion Fairy Tale Memoir, de la editorial Harper Collins.

Un breve repaso por algunas de sus páginas dejará bien claras las razones de mi capricho.

 

Digo que es el primero porque otra biografía en forma de cuento, Manolo Blahnik y el cuento del zapatero y los duendes, de la misma editorial, ya está en la calle y también lo quiero. Saldrán más, Diane von Furstenberg por ejemplo, y también los querré.

Sincerely. Adela Leonsegui*


EL TANGO DEL ARCOIRIS

Ok Go y su Skycrapers me llevan al verano


Pues precioso, pero discrepo en la elección del vestuario. Estos son los vestidos que yo hubiera elegido

Negro de Lanvin

Rojo de Valentino, quién si no?

Estampado cálido de Dolce & Gabbana

Un naranja de Oscar de la Renta

 El delicioso amarillo de Louis Vuitton

Un coral de Diane Von Fustemberg

El verde con amarillo de Donna Karan Collection

 O de Jason Wu

Folklórico celeste de Missoni

Verde intenso de Zac Posen

Turquesa de Alberta Ferretti

El violeta de Haider Ackermann

Un azul añil de Ann Valerie Has

Un morado cardenal de Hermés

Y el blanco maravilloso de Alexander Mcqueen

Aunque si lo pienso bien, quizá hubiera quedado un poco sofisticado, bastante más caro y con dificultad hubiera podido bailar el tango.

Sincerely. Adela Leonsegui*