QUIM, QUIM, QUIM

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Aunque no tengo buena memoria para los nombres, a veces algunos se me quedan dando vueltas en la cabeza, como una noria fantasma, hasta que por una extraña razón tengo la necesidad de decirlo en voz alta. En algunas ocasiones me ha ocurrido con palabras y en muchas me pasa con las canciones.

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RETRATO DE YVES POR SLIMANE

Ayer fue el último día que en París se exhibían las propuestas de otoño/invierno 2013/2014 para hombre, ya ha empezado la Haute Couture (me froto las manos), pero antes de entrar en faena tengo que hablar del desfile de Saint Laurent.

A Hedi Slimane se le critica por «slimanizar» (me acabo de inventar la palabra pero es muy gráfica) todo lo que toca, pero entiendo que esa es la labor de un director creativo en una casa de moda, de lo contrario bastaría con ir tirando de ayudantes y ayudantes de ayudantes para sacar adelante las colecciones pues son los que han aprendido de los maestros y nada nuevo van a aportar que no sea lo que ellos les han enseñado, así todo seguirá igual por siempre jamás. Pero si pones al frente a alguien con un sello evidente, más aún en el caso de la moda para hombre, entiendo que la firma pretende que se note la marca de quien la dirige, que se lo lleve a su terreno, que haga las cosas a su manera.

Y sí, en el desfile de ayer Hedi Slimane está presente en cada salida, en cada roto y en cada descosido. Volvemos al skinny, al flaco flaquísimo, escuálido y casi esquelético hombre, porque fue lo que dió nombre a Slimane en Dior, porque lo hace muy bien y porque, probablemente, eso sea lo que quieren de él en Saint Laurent.

Un desfile marcado por la silueta slim, en negro oscuro, en negro noche, en negro negrísimo…

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…aunque con ciertas concesiones al color, al color gris oscuro casi negro en forma de traje de rayas

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Pero también al rojo, al blanco, a los pantalones vaqueros, a los cuadros, a las rayas, a los estampados y al leopardo. A los setenteros tejidos de punto hechos a mano, a las beisboleras y a la piel: a la que cubre y a la que se descubre por las rajas y los boquetes de los pantalones.

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 Como novedad, el blanco abrigo de pelo de armiño…

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… y algunas chicas en el casting, la señal inequívoca del carácter unisex que quiere dar a la ropa que diseña. Nada es casual: ellas compran mucho para ellos y si además pueden usar la ropa que les compran, tanto mejor.

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Seguramente dirán que es egocéntrico, que se ha hecho un homenaje a sí mismo, que el desfile es idéntico a lo que ya hizo para Dior homme en 2007, puede ser; que la marca Slimane está más presente que la marca Saint Laurent, no lo pongo en duda, pero igual nadie se plantea que es el mejor retrato que, en su primer desfile para hombre en la casa, puede hacer del propio Yves:

el flaco entre los flacos

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y de negro, siempre de negro

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Repito, nada es casual.

Sincerely. Adela Leonsegui*

fotografías de wwd


LOS CHICOS DEL JAZZ


El Cotton Club era aquél club de Jazz que en Harlem, el barrio negro de Manhattan, allá por los años 20 prohibía su entrada como clientes a los afroamericanos, pero cuyos principales artistas fueron Duke Ellington, Louis Armstrong, Nat King Cole, Cab Calloway, Billie Holliday o Ella Fitzgerald, es decir, músicos negros.

Dsquared2, en su desfile otoño/invierno 2013/2014 hace un evidente homenaje al Cotton Club y a los grandes músicos negros del Jazz. Un desfile que toma como referente la indumentaria masculina de los años 20, una época en la que en cuestión de moda también los hombres se liberaron, y con un casting de modelos que no sólo insinúa, alude directamente a los maestros del Jazz.

He incluido la canción  It Don’t Mean a Thing (If It Ain’t Got That Swing) cantada por Ella Fitzgerald pero remaxterizada, es decir, traída al siglo XXI, algo similar a lo que han hecho los diseñadores.

La ropa del hombre de esa época tenía elementos característicos:

Eran casi obligatorios el sombrero y los tirantes. Los pantalones podían ser muy anchos (Oxford Bag) o estrechos, cortos y con vueltas en el bajo, para que se vieran los calcetines. Estaban muy presentes las referencias a los uniformes militares en colores, tejidos e incluso formas, la primera guerra aún estaba demasiado cerca.

Johnny Hodges. Saxofonista de la banda de Duke Ellington

Johnny Hodges. Saxofonista de la banda de Duke Ellington

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Eran muy ususales las pajaritas y las camisas con pechera de smoking, el traje de noche para el hombre de la época. También se convirtió en un clásico usar chalecos, ya fuera con chaqueta o sin ella.

Cab Calloway

Cab Calloway

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La ropa deportiva sale a la calle, los sueters se hacen populares. En cuanto al estilo de las chaquetas, suelen ser cruzadas y se abrochan altas. Las solapas eran o muy grandes o estrechísimas, no había términos medios.

Louis Armstrong

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Era habitual ver a hombres con abrigos de paño e incluso de piel, con chaquetas de terciopelo e incluso con batines (en el cine los mafiosos de la época de la Ley Seca siempre tienen, al menos, dos de estas tres prendas).

Duke Ellington

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Y debajo la ropa interior: las camisetas y calzoncillos que ahora se utilizan como ropa exterior.

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Una lección de moda de principios del siglo XX y una lección de anatomía del portentoso físico que se gastan los chicos del jazz.

Sincerely. Adela Leonsegui*

fotografías de wwd


EMPOLLONES VESTIDOS DE PRADA

El mobiliario diseñado por Rem Koolhaas y la ropa por Miuccia Prada. Promete.

Lo hemos visto en el desfile de Prada hombre para otoño/invierno 2013-2014 y no defraudan ni el uno ni la otra.

Un escenario reproduce un mundo entre futurista y retro, una casa decorada con muebles que bien podrían pertenecer a un «geek» (algo así como un freak de la tecnología y la informática) pasado por el filtro de los años setenta.

En cuanto a la ropa, se ha recreado exactamente lo mismo. Prada trae de los 70’s colores como beige, burdeos, azulón, verde agua, azul plomo, azafrán y mostaza; cuadros medianos, pequeños y milimétricos; jerseys de rayas, como si estuviera hecho a mano con restos de lanas; grandes zapatos, casi ortopédicos; pantalones que se han quedado cortos ¿por el estirón?. Todo mezclado con los pelos de quien está recién levantado, se ha vestido a toda prisa y ha olvidado colocarse bien el cuello de la camisa. Un empollón que sólo necesita sus gafas para andar por el mundo y un enorme gato en el alféizar de la gran ventana.

Todo magistralmente barajado para que resulte creíble y armonioso.

Sincerely. Adela Leonsegui*


LOS PANTALONES BIEN PUESTOS

A un lado del cuadrilátero los años 1.984-1989: James “Sonny” Crockett (Don Jonson) y Ricardo Tubbs (Philip Michael Thomas), una pareja de detectives infiltrados en el mundo del narcotráfico de Miami, llevan un tipo de vida acorde con su trabajo. Sonny vive en un velero junto con su mascota, un cocodrilo llamado “Elvis”, y Tubbs no se separa de su escopeta de cañones recortados. Ambos buscan a los asesinos del hermano de Tubbs.

Fueron los chicos más influyentes en la estética de la época: era la primera vez que veíamos a un hombre con traje de chaqueta sin camisa, con pantalones globo, camisetas sin mangas, zapatos sin calcetines…, eran la bomba.

Casi treinta años después Viktor&Rolf revisitan el estilo de los detectives: pantalón globo, colores pastel o la informalidad que otorga llevar un traje con zapatillas de deporte

Al otro lado del cuadrilátero, los años 40.  Frank Sinatra y Dean Martin. Otra pareja de machotes. Lo suyo eran los pantalones bien puestos (en todos los sentidos) con camisa y corbata. Con su rat pack (la pandilla de ratas: Humphrey Bogart, Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr., Peter Lawford y Joey Bishop), llegaron a tener una gran influencia social, artística y política.

Alber Elbaz se ha traido los años 40 al siglo XXI: ha subido la cintura del pantalón más allá del ombligo, colocado enormes pinzas y ensanchado la pernera del pantalón, en un intento de glamourizar el vestuario del hombre Lanvin.

Parece que, en ambos casos, han entendido que quitarle las botas a un cow-boy, patadita en el culo incluida, puede tener gracia, pero quitarle el pantalón pitillo a tu chico a base de tirones porque el tamaño de sus pies no cabe por la pernera es un suplicio del que alguien nos tenía que liberar.

Sincerely. Adela Leonsegui*