DIOS SALVE A LA REINA

Sara Burton, en su colección para Alexander McQueen de otoño/invierno, ha debido pensar: ¡Dios salve a la reina!. En un desfile con sólo 10 salidas, ha dejado patente el espíritu de la reina Isabel I, la última de las Tudor.

Isabel I de Inglaterra, la llamada Reina Virgen, era una mujer que se vestía para ser vista, para demostrar su poder como jefa de estado y dejar clara la estabilidad y la fuerza de su nación. Su aspecto dejaba patente su condición de Jefe de Estado y de la Iglesia y simbolizaba este status con ricos vestidos bordados en hilo de oro y decorados con perlas y piedras preciosas.

Alexander McQueen o/i 2013/2014

Alexander McQueen o/i 2013/2014

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El atuendo de la reina, como el de todas las aristócratas isabelinas, estaba compuesto por camisa, corsé rígido con madera o hierro, enagua, guardainfante, medias, toga, mangas y gorgueras en cuello y muñeca. Su estilo se caracterizaba por cinturas estrechas, mangas hinchadas, gran engolado y amplio vuelo de faldas, sobre todo en los últimos años de su larguísimo reinado, simbolizando la virginidad y la pureza a través de dos colores, el blanco y el negro.

Cuando en los grandes eventos se mostraba en público, iba precedida por un gran séquito que lucían sus insignias y condecoraciones, ataviados con soberbios ropajes y con la cabeza descubierta, en señal de reverencia hacia su majestad. Ella cerraba el cortejo luciendo un riquísimo atuendo mostrando la imagen de un verdadero ídolo. La muchedumbre congregada a su paso gritaba a una sola voz: ¡Dios salve a la reina!

Alexander McQueen o/i 2013/2014

Alexander McQueen o/i 2013/2014

Pero la moda es pura fantasía y hay un lugar para imaginar a una reina menos rígida, menos virginal, más terrenal, sensual y seductora: hombros fuera, piernas fuera, plumas y transparencias que habrían hecho las delicias de su corte.

Alexander McQueen o/i 2013/2014

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Alexander McQueen o/i 2013/2014

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Hay que ser una maestra para conseguir que la historia resulte tan increiblemente moderna y apetecible.

Sincerely. Adela Leonsegui*

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