¿BAILAMOS?

No lo sabía pero el Diccionario de la Real Academia de la Lengua dice que Bailar, en su cuarta entrada, es retozar de gozo.

Luego me he enredado en el tema y me encuentro que el mismo Diccionario, al menos en su versión digital, dice, para mi disgusto (sin ahondar en el tema que puede ser incendiario), que Gozar es conocer carnalmente a una mujer. Es como tan de la Biblia…

Perdón pero me he hecho un lío: ¿cuando el placer lo da un hombre se llama bailar y cuando lo da una mujer se llama gozar? Me sorprende y me hace reír.

Me resulta tan antiguo que el goce se relacione con «conocer carnalmente» como que alguien pueda utilizar la palabra bailar para insinuarse. Aunque bien pensado hasta tendría gracia ponerla de nuevo en uso con ese sentido.

¿Bailamos?

Sincerely. Adela Leonsegui*


LA MÁGICA PLUMA DE GABO

Era inevitable: el olor de las almendras amargas me recordaba siempre el destino de los amores contrariados.

Me aprendí la primera frase de «El amor en los tiempos del cólera» cuando, de manera inevitable, Gabriel García Márquez se convirtió en uno de mis autores favoritos.

Cuando en 1982 le dieron el Nobel de Literatura, hace ahora 30 años, sentí una gran curiosidad por conocer su obra y, por supuesto, leí «Cien años de soledad». Decidí, era joven, que para el resto de mi vida ningún libro me gustaría tanto como ese pero, siendo lectora, era inevitable que otros libros me cautivaran, aunque de momento es el único que he trileído, una lectura por década.

Para mí era inevitable amar a un autor que se entristeció tanto al matar en «Cien años de soledad» a uno de sus personajes, José Arcadio Buendía, que para embellecer el momento nos regaló una lluvia de flores: «Entonces entraron al cuarto de José Arcadio Buendía, lo sacudieron con todas sus fuerzas, le gritaron al oído, le pusieron un espejo frente a las fosas nasales, pero no pudieron despertarlo.  Poco después, cuando el carpintero le tomaba las medidas para el ataúd, vieron a través de la ventana que estaba cayendo una llovizna de minúsculas flores amarillas. Cayeron toda la noche sobre el pueblo en una tormenta silenciosa, y cubrieron los techos y atascaron las puertas, y sofocaron a los animales que durmieron a la intemperie. Tantas flores cayeron del cielo, que las calles amanecieron tapizadas de una colcha compacta, y tuvieron que despejarlas con palas y rastrillos para que pudiera pasar el entierro.»

Philip Treacy p/v 2013

Philip Treacy p/v 2013

Inevitable quedar fascinada ante un enamorado, Mauricio Babilonia, a cuyas apariciones en «Cien años de soledad» precede una multitud de mariposas… ¡Ay!, si los amantes avisaran de esa manera sería mágico verlas aletear al unísono con las que se instalan en nuestro estómago.

Philip Treacy p/v 2013

Philip Treacy p/v 2013

Inevitable embelesarme cuando cuenta en el prólogo del Diccionario Clave (diccionario de uso del español actual de la editorial SM) que tenía cinco años cuando «mi abuelo el coronel me llevó a conocer los animales de un circo que estaba de paso en Aracataca. El que más me llamó la atención fue una especie de caballo maltrecho y desolado con una expresión de madre espantosa. “Es un camello”, me dijo el abuelo.  Alguien que estaba cerca le salió al paso. “Perdón, coronel”, le dijo. “Es un dromedario.”»

Philip Treacy p/v 2013

Philip Treacy p/v 2013

Era inevitable no dejarme seducir por quien inventa un barco, la Dorada, para unir por fin en «El amor en los tiempos del cólera» las vidas de Fermina Daza y Florentino Ariza con este diálogo final entre el capitán y el propio Ariza:

-¿Y hasta cuándo cree usted que podemos seguir en este ir y venir del carajo? -le preguntó.

Florentino Ariza tenía la respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años, siete meses y once días con sus noches.

-Toda la vida -dijo.

Philip Treacy

Philip Treacy

Sí, conociéndome, era inevitable.

Sincerely. Adela Leonsegui*


ESAS NIÑAS VIEJAS

princesas

Las niñas ya no quieren ser princesas.

Las niñas ya no quieren ni ser niñas.

Se visten, las visten, como adultas.

Se peinan, las peinan, como adultas.

Se pintan, las pintan, como adultas.

Juegan a ser adultas y los adultos potencian ese juego peligroso que las confunde.

Dejemos que las niñas sigan siendo niñas hasta que no les quede otro remedio.

Sincerely. Adela Leonsegui*


ATAR EL AMOR

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Louis Vuitton lanza una línea de joyas en homenaje al amor eterno. Un amor que muchas parejas han sellado, en su imaginación, atando candados a lo largo y ancho del globo.

La leyenda cuenta que si una pareja ata un candado en cualquier superficie del Ponte Vecchio y después tira la llave en el Arno, su amor durará para siempre. Esta historia no sólo pertenece a Florencia, en Roma, dándo vida a la novela de Federico Moccia «Tengo ganas de tí», el gesto se repite en el puente Milvio, idea que el autor recuperó de una tradición de la ciudad Húngara de Pécs.

candados ponte vecchio

Pero hay otros puentes y otros ríos, otros lugares y ciudades, el Ponts des Arts en París, el Hohenzollernbrücke en Colonia, el Luzhkov en Moscú, el de Montevideo en Uruguay o el Humber en Toronto, la estación de tren de Fengyuang en Taiwan, la pared de Lotus Peak en China y hasta una senda en Vancouver, que se han llenado de candados sin llaves.

Esta romántica tradición se remonta a la Primera Guerra Mundial en Vrnjacka Banja, Servia. Se atribuye su origen a una promesa de amor eterno entre una profesora y un soldado que se marchaba a la contienda.

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Atar un candado y tirar la llave al río como sello y promesa de amor eterno. Aunque el gesto me parece adorable, no comparto el concepto, todo esto de los candados me recuerda demasiado al Gran Houidini, me crea claustrofobia y me hace pensar si no sería mejor dejar la llave a mano, dicen que era lo que él hacía para salvarse de una muerte segura.

Sincerely. Adela Leonsegui*


PSICÓPATAS Y OTRAS VARIACIONES

Escuchaba hace una semana que las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach, han sido una de las bandas sonoras más utilizada en el cine.

Las Variaciones Goldberg interpretadas por Glenn Gould han sonado, curiosamente, como la música favorita de psicópatas, Hannibal Lecter en la inquietante El Silencio de los Corderos, atormentados como Brandon en la perturbadora Shame, enigmáticos como Schindler en la colosal Lista de Schindler o solitarias como Hana en la hermosa El Paciente Inglés, entre muchas otras. Todos se deleitan escuchando o tocando al piano a Bach, como si la música se metiera en sus cerebros y apacigua sus torturadas almas.

Me quedo con la más reciente, Shame, una película de Steve Mc Queen. Una hora y media de historia dura que tiene como protagonista a Brandon (Michael Fassbender), un atractivísimo y atribulado hombre obsesionado con el sexo. Aquí tenemos un prototipo de personaje que se aembelesa con las Variaciones Goldberg.

Michael Fassbender

Michael Fassbender

Pero no centraré la atención en Michael Fassbender, aunque no me importaría, ni en las Variaciones Goldberg, sino en Sissy (Carey Mulligan), su hermana en la ficción y su variación de New York, New York. Como más para todos los públicos….

Sincerely. Adela Leonsegui*