AUTOESTIMA VANIDOSA

La autoestima es la valoración que tenemos de nosotros mismos, de nuestra manera de ser, de comportarnos, de nuestro cuerpo y nuestro carácter. Eso que, a veces, queremos esconder, adornar o falsificar.

Complicada empresa a la que nos enfrentamos porque el mundo despista con colores y sonidos, así que tendrían que encerrarnos, taparnos los ojos y los oídos y escuchar lo que dicen nuestro cerebro y nuestro corazón, que no siempre están de acuerdo.
Cuando llegas a ese estadío en el que eres consciente de ser interesante y valiosa para otras personas, en que eres capaz de actuar según tu criterio sin sentirte culpable o cuando defiendes tu posición sin obcecarte, estamos tomando conciencia de lo que valemos: elevando nuestra estima, pero tengo la ligera sospecha de que el actual concepto de autoestima lleva implícitas cierta arrogancia y vanidad. El autoego y el autobombo son armas poderosas de autoventa, y nos importa, claro que nos importa, la opinión que otros tengan sobre nosotros, aunque en muchas ocasiones digamos que no porque nos hace parecer fuertes e inteligentes, pues la realidad es que somos vulnerables.

Sé que la percepción interior que una persona tiene de sí misma nada debería tener que ver con la que tienen los demás, ni siquiera es comparativa ni competitiva, ni vanidosa, ni perfeccionista, pero ¿no es este mundo en el que vivimos todo lo contrario?.

No estamos aislados, no somos tan puros como suponían los humanistas, estamos impregnados de todo lo que nos rodea y no podemos apartarnos de la sociedad para que la autoestima funcione en su concepto clásico. O quizá, de esta guisa, si…

AF Vandervost o/i 2012-2013

AF Vandervost o/i 2012-2013

AF Vandervost o/i 2012-2013

AF Vandervost o/i 2012-2013

AF Vandervost o/i 2012-2013

AF Vandervost o/i 2012/2013

AF Vandervost o/i 2012/2013

AF Vandervost o/i 2012-2013

Y si la nueva autoestima es vanidosa, siendo la vanidad arrogancia y la arrogancia gallardía, pues sea bienvenida.

Sincerely. Adela Leonsegui*


PRINTEMPS-PARÍS

Una ciudad: París

Una casa de costura: Dior

Una musa: Marion Cotillard

Un escaparate: Printemps

Una obra de arte

Sincerely. Adela Leonsegui*


PURO SURREALISMO

El surrealismo se restablece de su letargo.
Empezó a recuperarse con las conversaciones imposibles del MET entre Schiaparelli y Prada, luego con la reapertura de la casa de Elsa Schiaparelli, reina del surrealismo en lo que a moda se refiere y, finalmente, con el relanzamiento de su firma.

Maison Schiaparelli. París, 2012

Diseño de Elsa Schiaparelli en colaboración con Jean Cocteau. 1937

La casa Lanvin se acerca al surrealismo de Dalí en una colección de joyas que recuerda, y mucho, a las diseñadas por el genio (y figura hasta la sepultura) entre 1941 y 1979

Joyas diseñadas por Salvador Dalí

Lanvi o/i 2012-2013

Hoy 21 de noviembre se inaugura, en el Centre Pompidou de París, la exposición sobre la obra de Salvador Dalí, quien decía de sí mismo: «surrealismo soy yo».

Salvador Dalí. Bigote Infinito

Tratando de definir el surrealismo, Bretón dijo «…Surrealismo: Puro automatismo psíquico, por medio del cual se intenta expresar, verbalmente o por escrito, o de cualquier otro modo, el proceso real del pensamiento. El dictado del pensamiento, libre de cualquier control de la razón, independiente de preocupaciones morales o estéticas…»

Es el movimiento de lo irracional y de lo inconsciente. Curiosamente la lógica se impone, era cuestión de tiempo que el surrealismo se pusiera de moda en un momento en que los sueños son el único consuelo que nos queda.

Sincerely. Adela Leonsegui*


ESA GENTE EXTRAVAGANTE

Botín de Nicholas Kirkwood o/i 2012-2013

Dice el zapatero Nicholas Kirkwood que una de las cosas que aprendió cuando trabajaba para el mítico sombrerero Philip Tracy, es que la extravagancia es un buen arma para hacerse un nombre. Él desde luego ha puesto en práctica esta máxima y su nombre ahora se escribe con mayúsculas en los pies de muchas mujeres.

La extravagancia no es una cualidad en si misma, lo raro puede resultar sólo chocante e incluso grotesco; para que se asocie a la originalidad y provoque admiración debe tener personalidad, para que sea excepcional ha de responder a un discurso previo, tener un contenido que no haga ridículo lo diferente.

Pero ¿es esta época de arriesgar tanto?. Todas lo son.

Extravagante ha sido la evolución de la cultura del S. XX, todas las artes se han transformado a costa de los propios artistas. A la mayoría de ellos se les ha entendido años e incluso décadas después de que ejecutaran su obra y muchos ya habían desaparecido para entonces. Ahora las cosas son distintas, la democratización de la cultura ha provocado el cambio. La revolución ha sido que ya nadie necesita que alguien le aclare lo que vale y lo que no, lo correcto, lo bello, lo amable, lo que merece la pena ser visto, leído, escuchado, amado. Cada uno selecciona según su criterio, luego, la historia se encargará de lo demás.

Vaslav Nijinsky 1907

En la primera década del S.XX en una Europa occidental  apagada aparecieron los ballets rusos con sus piedras, brillos, dorados y brocados en decorados y vestuario. Llegaron a París en 1909, al principio no era más que un espectáculo, pero pronto toda la población parisina se fascinó de tal modo con la nueva estética venida del Este que se impregnó hasta en la moda y el maquillaje. Parecía imposible que aquellos extravagantes Valsav Nijinski, Anna Pavlova, Vera Fokina o Michail Fokin pudieran causar tanto furor en la mente de la sosa sociedad francesa, pero desde Erté a Poiret, pasando por Isadora Duncan, la reina entre las reinas del espectáculo, cayeron rendidos a sus pies.

Portada de Vogue del año 1911 y de 1918

En 1922 sale a la luz el libro de Victor Margueritte «La Garçonne». Curiosamente, el libro que dió nombre a las chicas de los 20’s fue censurado por su contenido pornográfico, que no era más que la descripción que hacía de las mujeres: pelo corto, trabajadoras, vestidas con ropa masculina y entregadas al amor libre sin pudores, es decir, la mujer en que se convirtieron las de aquella época y que nunca más quisieron dejar de ser. Las mujeres de los 20’s fueron las primeras liberadas de ataduras y corsets en sentido literal y figurado; alguna como Margueritte Radclyfe Hall y su libro «El pozo de la soledad», pasaron a ser un referente lésbico.

Margueritte Radclyfe Hall

La amante de las pieles exóticas, la actriz Phyllis Gordon, iba de compras por Londres con su tigre de Kenia atado y un zorro envuelto al cuello. Eran los 30’s, Europa había sufrido la gran guerra y atravesaba después la gran depresión. La miraban, claro que la miraban, su diferencia era evidente y provocadora. Otras fueron tachadas de fulanas, como Marlene Dietrich a la que le fascinaba escandalizar vestida y tocada con ropa de hombre, claro que era fácil llamar la atención con un simple cigarrillo y el pelo despeinado, como Frances Day (en la fotografía es casi una antepasada de Lady Gaga)

Phillis Gordon 1939

Marlene Dietrich

La estrella erótica del cabaret Frances Day

En los 40’s una nueva mujer aparece en el cine: Katherine Hepburn. Seductora, de figura atlética, pose despreocupada y belleza implacable. De ella ha bebido la estética de todas las décadas del siglo XX y lo que va del XXI. La transgresión también vino de la mano de los franceses Jacques Heim y Louis Réard, creadores el biquini, un pecado que lucían las extranjeras y que ninguna española pensó que se pondría.

Katherine Hepburn

En los 50’s la corriente existencialista de Sartre, llamada por los positivistas «corte irracional», causa furor e impregna el arte. En literatura destacan nombres como Kafka o Hermann Hesse y en el cine Ingmar Bergman e incluso quienes no entendían el existencialismo vestían de negro y pasaban la noche fumando y bebiendo en un club de jazz, por si se les pegaba algo. En la misma década, a alguien se le ocurrió, aberración donde las hubiera, sacar al exterior lo que hasta entonces era la ropa interior de caballero, mezclarla con un vaquero, una cazadora de cuero y un chico muy turbador en «Un tranvía llamado deseo». Desde entonces la camiseta se ha convertido en un básico del armario masculino y femenino.

Marlon Brando

La música de los 60’s convulsionó al mundo y lo dividió entre un amplio grupo que amaba el rock & roll, se drogaba, gritaba histéricamente a los Beatles o a los Rolling Stones y vestía prét-à-porter, a un lado y, al otro, el de los anclados al ritmo de la música sosegada y a la ropa de costura, es decir, hijos y padres. Ganó el primero. La mujer nunca había vestido de punto hasta que llegó Sonia  Rykel que se convierte en la reina del knitwear cuando decide colocarse una de sus prendas al revés, con las costuras por fuera. Seguramente la miraron de soslayo, pero fueron tantos los encargos, que desde entonces nadie ha conseguido que abandone su trono y tampoco su pelo frito. Y su marca sigue en la brecha.

Sonia Rykel

Los 70’s fueron la década de la democratización del pantalón vaquero, aquella prenda underground, pero además han dejado una gran cantidad de iconos estéticos que creímos desaparecidos y que se han recuperado. Las patas de elefante, los leggins, las uñas negras o el punk. Este último, como por arte de magia, ha pasado del suburbio a las calles comerciales. Esto era el punk antes

Punks en los 70’s

Esto es lo que queda del punk ahora, poco pero muy significativo. Ya no las llaman tachuelas, las llaman tachas y los pinchos no se clavan.

Bolso de Zara. 2012

En los 80’s, época de excesos, milagrosamente y de manera tímida Oriente aparece en nuestra moda de la mano de Kenzo, Rey Kawakubo e Issey Miyake. Plisados, volúmenes desconocidos, plástico y otros materiales nunca usados para vestir se convertirán en lo más moderno y lo más caro. Ahora Oriente lo es todo y, según presagian, lo será aún más.

Corset de plástico de Issey Miyake

En los 90’s llega el minimalismo, que es la simplicidad del rico, cualquier imitación no es más que pobreza, el menos es más se hace mantra, pero siguen en auge las top models, esas excesivas marcianas guapísimas, altísimas y que no se levantaban de la cama por menos de 10.000 dólares. Algunas siguen en activo, se las ve en algún desfile y lo cierto es que se conservan muy bien, es la década en que aparece Kate Moss, rara avis si la comparamos con sus compañeras. De ella se sabe todo, está en todas partes y se levanta de la cama para hacer lo que le da la gana, ya ha ganado dinero suficiente y sigue haciendo su trabajo veinte años después.

kate Moss. Portada de The Face en 1990

De las actuales extravagantes no sabemos si alguna se perpetuará, ellas o su estilo. Quizá ahora son demasiadas.

¿Tendrán Lady Gaga y compañía un discurso perdurable o se desvanecerán como el humo que las trae a los escenarios?

Lady Gaga. L’uomo Vogue 2012

Dejemos que pase el tiempo que nos dirá si lo que veíamos no era más que un disfraz, un comportamiento grotesco o algo verdaderamente original que merecía la pena recordar.

Sincerely. Adela Leonsegui*.


LA SERENIDAD

La imagen de la mujer oriental que ha llegado a Occidente (no tanto la del hombre quien ha transmitido otra muy distinta), ha sido la de alguien apacible, sosegado y difícilmente alterable. Estado mental y físico privilegiado que me provoca pesar porque nosotras, todo lo contrario, apretamos el paso y los dientes, gritamos y nos estresamos, vivimos en constante movimiento, nos devoran los minutos y vamos inquietas por la vida.

La serenidad más que una cualidad me parece un estado de gracia, otorga claridad de pensamiento, templanza en la toma de decisiones, calma en cada movimiento y estabilidad vital.

Desde principios del siglo pasado nos han llegado de Oriente miles de disciplinas que nos ayudan a acercarnos a ese estado mental de equilibrio: Acupuntura, Digitopuntura, Feng Sui, Meditación, Nuad bo-rarn, Pilates, Shiatsu, Shintoismo, Tai-chi-chuan, Tantra, Taoismo, Raja Yoga, Gñana Yoga, Karma Yoga, entre otras, y posiblemente todas funcionen igual de bien, la elección sólo depende de cada uno. Hay incluso quien se ha habituado a comer sushi y sashimi de manera regular, se dice que somos lo que comemos, como método para llegar a ese plácido estado de la mente.

Creo firmemente que un vestuario contribuye a propiciar un cambio de actitud en una persona. Nunca será igual el talante si la indumentaria está plagada de pedrería que si lo está de tachuelas y pinchos, ni si calzas un zapato deportivo o un tacón de 12 centímetros. La conducta y la postura cambian necesariamente.

El desfile de Haider Ackermann para la primavera/verano de 2013 transmite tranquilidad en las mezclas, sosiego en los tejidos, calma en la manera de caminar, aplomo en el patronaje, moderación en el color y la serenidad de la mujer oriental.

Sincerely. Adela Leonsegui*